miércoles, 24 de noviembre de 2010

La escalera de humo (2a PARTE)


Estuvieron horas subiendo una escalinata que parecía no tener fin. Cuando creían que sus músculos no resistirían más, llegaron encima de una nube que parecía de azúcar. A continuación, observaron un cofre situado en medio, grande y antiguo, de un color marrón oscuro decorado con ribetes de oro. Se dirigieron hacia él, emocionados, pero había una cerradura y desconocían cuál sería la llave.
¿Qué hacemos? ¡Estamos a un paso de la solución! ...
¡Ah! ¡Ya está!-Dijo Fil.


Intentó meter su cola por la cerradura para girarla como si fuese una llave. Primero no dio resultado, pero no se rindió. Lo intentó un par o tres de veces y al siguiente, logró abrirlo.
Emocionados, retiraron la tapa y encontraron una especie de radio y una nota.
 Esta decía:
Hola, amigos ratones. Soy la mariposa maga, aquella a quien le pedisteis consejo sobre el problema de vuestro gatito. He estado viajando por todo el mundo durante este tiempo, perdonad mi tardanza. Pero finalmente lo he encontrado.
Habéis superado todos los retos, que servían para demostraros hasta qué punto seríais capaces de sacrificar en cuenta para su hijo. Muchas felicidades, ya tenéis aquí la solución. Confío en que sabrá qué hacer con ella.
Luz, la mariposa maga.
 Los dos ratones tomaron esa radio y la nota y comenzaron a bajar la escalera. 


Una vez abajo, ésta desapareció. Corrientes y emocionados, volvieron a casa. Durante el camino quedaron sorprendidos ya que el río y el bosque habían desaparecido. ¿Todo lo había hecho ella mediante su magia? Fuese como fuese, ahora, gracias a ella, tenían ese tesoro entre sus manos y se habían dado cuenta de lo que llegaba a significar su hijo en sus vidas.
Una vez llegaron a casa, cogieron la radio, indecisos, ya que no sabían muy bien qué hacer con ella. Jan observó que había un botón que decía: Inicio. Lo apretaron y comenzó a sonar una melodía dulce y tranquila. Los dos ratones se erizaron, tenían la piel de gallina de la gran emoción que llenó sus corazones. El gato, al escuchar la canción, empezó a crecer.
 Le salieron unos grandes dientes y unas uñas afiladas, que le permitirían escalar los árboles. Los tres, conmocionados, se abrazaron fuertemente y se pusieron a llorar.
 Se habían acabado las penas, ahora podrían disfrutar de la maravillosa familia que habían formado. Y así, felices y unidos, vivieron para siempre en aquel campo lleno de flores y vida.


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