miércoles, 24 de noviembre de 2010

El corazón roto (1a PARTE)

EL CORAZÓN ROTO

Había una vez una hermosa doncella que se llamaba Erin. Vivía en Samolàndia, un precioso reino puro y vivo, lleno de árboles y de simpáticos animales. Era una chica muy sencilla y noble, siempre alegraba a todos con su voz, tan dulce y su sonrisa. Era morena, con ojos de color miel y unos labios rojos. Le encantaba leer, sobre todo cuentos, y cada tarde se estiraba con su hermana pequeña en la hierba para hacer volar la imaginación.
Un día, mientras se peinaba el cabello, vio una figura en su espejo. Se la quedó mirando atentamente, sin poder apartar la vista de aquella mirada tan clara,
de la chica de sus sueños. Salió desesperada al jardín, pero la chica había desaparecido.

 Al día siguiente, al levantarse pensó que todo había sido un sueño, y decidió ir a dar una vuelta con su hermanita por el bosque. Iban cantando alegremente, y Erin se paró a beber agua en un río. Al acercarse, volvió a ver
la cara de aquella chica reflejada, y volviéndose rápidamente, la vio plantada justo detrás de él.
-¿Quien eres?-Preguntó Erin.
-Sálvame -contestó la chica.
-¿Cómo? ¿De qué quieres que te salve? ¿Dónde estás? ¡Quiero saber tu nombre!
-Sálvame. Y su imagen se difuminó hasta desaparecer.
Erin se puso a llorar desconsoladamente, no era un sueño, ella era real. ¿Qué tenía que hacer para encontrarla? Y de que lo tenía que salvar? Su hermana se acercó
lentamente a ella y le dijo,
-Erin, no te asustes, pero un lobo nos está vigilando desde
de atrás del árbol.                                                                                                        Erin dejó de llorar de golpe, y levantó la vista. Ciertamente, un enorme lobo venía hacia ellas caminando, pausadamente. 

Erin se quedó inmóvil, llena de miedo,
pero para su sorpresa el lobo habló:
-No tengas miedo. Sé que los animales no hablan, pero yo soy especial. Esta chica que has visto es mi hermana. Un brujo maligno la encarceló, ya que se negó a casarse con él, y me convirtió en lo que ahora soy, un terrible lobo. La condición para liberarnos y romper el hechizo era llevar una bella doncella a su castillo y darla en
matrimonio. Todo es una trampa, el brujo a utilizado a mi hermana para llevarte hasta allí.
-Y cómo puedo llegar? Quiero liberarla.
-No, no puedes, es muy peligroso. Si entras, nunca podràs escapar. Sólo puedes hacer una cosa, pero es muy arriesgada.
-Dime, sea lo que sea lo conseguiré.

-Pues necesitas las dos piezas del corazón, un collar que llevaba mi hermana y que lleva unas letras inscritas. Si las lees, nos podrás liberar. Él lo partió en dos y tiró las partes a dos lugares distintos, uno está en el fondo de un lago y otro, dentro de un
huevo custodiado por un dragón. Nadie lo ha conseguido, ¿qué te
hace pensar que tú podrás?
-Tu ayuda y mi ingenio. Seguro que lo conseguiremos juntos.
-Yo no podré guiarte en tu buscada, pero puedo facilitarte dos cosas que te servirán en su momento.
La chica cogió una especie de pastilla y una capa.


-Cuando las podré utilizar?
-Cuando llegue su momento- contestó el lobo mientras desaparecía en la inmensidad del bosque.
- Dime al menos su nombre!
Pero el lobo ya no estaba.


Erin dijo a su hermana que se fuera a casa, que era muy peligroso para ella, tan pequeña. Primero refunfuñó, pero luego acabó obedeciendo. Erin comenzó inmediatamente la aventura. Estuvo dos largos días andando, hasta que oyó el ruido de un río. Empezó a correr, sedienta, pero no encontró un río, sino un lago. Era cristalino, pero no se veía el fondo de tan profundo que era. El agua vibraba, como un latido de corazón.


Ella supo que allí se escondía la primera pieza, pero no sabía cómo podría explorarlo sin ahogarse. Decidió irse a dormir, y ya pensaría algo el día siguiente.                                                                                                                   Se levantó muy temprano, excitada por su descubrimiento, y estuvo toda la mañana pensando cómo cogerlo. Ya por la noche, recordó la bolsa que le había dado el lobo y
sacó la capa. Se la puso y de golpe, toda ella cambió de color: servía para camuflarse con el entorno, y era imposible distinguirla si por ejemplo, se estiraba en la arena. Pero se dio cuenta que no era eso lo que necesitaba. Por lo tanto, la única opción posible era aquel tipo de pastilla. La examinó detenidamente, era transparente como el agua, y decidió tomársela. De golpe, empezó a cambiar de forma ... se convirtió en
un pez, un enorme pez. Entró rápidamente en el agua y empezó a nadar. 



El agua estaba helada, pero ¡era tan agradable esa sensación! El lago era muy grande, así que comenzó a buscar. A lo lejos, vio una luz brillante, muy tenue. Según se iba acercando, esa luz se iba haciendo más intensa hasta el punto que casi no podía ver de tanto resplandor. 


Una vez lo pudo distinguir, vio una bolsa envuelta en hilos de oro y la cogió. Ardía, pero no se rindió, tenía muy claro que todo lo hacía para salvar a su amada. Volvió a la superficie, contenta de su éxito, pero de camino quedó enredada en unas algas. Los efectos de la pastilla empezaron a desaparecer y empezó a transformarse en su forma humana original. Se empezaba a quedar sin respiración, cuando notó que algo la impulsaba hacia la superficie.


Quedó inconsciente unos segundos, y cuando recuperó la visión, se encontró con una rana gigante. Ella la había salvado. Le dio mil veces las gracias, pero la rana no lo entendía, ella sólo croaba. Erin, al acordarse de la bolsa, la sacó con gran inquietud, pero no pudo desatar el nudo de hilo de oro. De repente la rana empezó a lamerlo y el nudo cayó por sí solo.

 ¡Su lengua era mágica y podía hacer todo lo que se propusiera! Al abrir la bolsita se encontró con la mitad de un corazón. Era plateado y tenía grabado alrededor las palabras: la paz a todos los demás corazones. Ella no lo entendió, pero no le dio más vueltas. Se guardó el corazón en el bolsillo y continuó su búsqueda. La rana la siguió, era como una especie de protector, aunque Erin no entendía por qué.


   
Al cabo de muchos días de caminar, Erin cayó al suelo agotada. No encontraba el segundo reto, y su cuerpo no podía más. Finalmente, se estiró bajo un árbol y no se pudo levantar, ya que no tenía fuerzas. Gritando desesperada dijo:
- ¡Por lo menos quiero saber el nombre de mi princesa! ¡Necesito saber que es real!.
Empezó a llorar, y la rana se acercó a ella. Primero se estuvo quieta, y luego abrió su gigantesca boca.



Erin miró y encontró un papel en su lengua, quemado por los alrededores, con una palabra escrita: Nina. No daba crédito, ¿cómo  podía saberlo aquella rana, que no podía ni hablar? La abrazó bien fuerte y se rehízo, llena de fuerzas para continuar con su trayecto. Todo el camino repetía ese nombre, una y otr vez, y cada vez se enamoraba más, ya que cada vez la veía más cerca. Gracias a ese optimismo, encontró la segunda prueba. Entre dos montañas había una gran valle, y en medio un huevo que se movía al ritmo de un latido, al igual que el corazón que llevaba en el bolsillo. 


No vio a nadie alrededor, así que empezó a correr hasta llegar a su objetivo. Una vez allí, la rana sacó la lengua y abrió el huevo, de donde salió la otra mitad. Todo parecía ir perfecto, pero de repente sintió un ruido a sus espaldas. Se volvió lentamente, y se encontró a un dragón de enormes dimensiones y de color
verde que escupía fuego por la boca. Se subió encima de la rana y empezaron a correr desesperadamente mientras el dragón, enfadado, los perseguía. 


De repente Erin se acordó de su capa, y se la tiró por encima. Era tan grande, que podía tapar a ella y a la rana al mismo tiempo. El dragón, desorientado, se paró, y ambos fueron caminando silenciosamente a las afueras del valle. Finalmente lo consiguieron y el dragón se fue volando, seguramente a avisar al brujo. Erin miró el otro trozo del corazón, donde ponía: con estas palabras se conseguirá. 


Nerviosa, tomó la otra mitad, y las unió. De repente cayó al suelo.
Ya no estaba al lado de aquel valle, sino ante un siniestro castillo. Había viajado hasta el palacio del brujo. 

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